Blog de Parentepsis

Numerosos estudios demuestran que las personas que más tiempo se pasan en las redes sociales son las que se sienten más tristes, desganadas, desvinculadas y aisladas. Podría parecer paradójico que el uso de tecnología diseñada para poner en contracto a personas de distintas partes del mundo esté asociada con sentimientos de desconexión. No resulta sencillo determinar cuál es la causa y cuál es el efecto. Podría ser que el uso de redes sociales lleve, a la larga, a sentirse solo y desconectado. O podría ser que las personas que se sienten solas y desconectadas sean las que más usan las redes sociales, como forma de conectar y sentirse acompañadas. Pero, incluso en este segundo caso, la evidencia muestra que las redes sociales no logran aportar el deseado sentimiento de conexión y compañía. El motivo por el que las redes sociales no son la solución para la soledad es que la ausencia de redes sociales no es la causa de la soledad. Nos podemos sentir solos cuando nos faltan relaciones o vínculos con otras personas, como cuando...

El progreso de tu vida es renovarte, es dar diez pasos adelante aunque hayas dado nueve hacia atrás, es hacer las cosas de forma diferente para conseguir resultados diferentes sobre aquello de lo que te quejas y te limita. Mejorar tu vida es un instinto natural que puedes tener dormido por baja autoestima. Es una forma de vivir en la que te responsabilizas de lo que te ocurre. Los cambios de verdad, los que que llegan para quedarse y no son una moda del momento o un impulso que se agota enseguida, son progresivos. No suelen ser grandes cambios que ocurren de un día para otro sino que se construyen a través de pequeñas modificaciones que conforman una transformación permanente. En este trayecto progresivo, vas añadiendo elementos positivos y retirando elementos negativos. Cambias unos hábitos por otros, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. No adelgazas de repente: cambias malos alimentos por otros más saludables. No te pones en forma en tres días: eliminas hábitos sedentarios y los sustituyes por rutinas de ejercicio. No te...

El amor es una de las palabras más usadas en los momentos románticos, en las relaciones entre padres e hijos, en las canciones, la literatura y las películas o cualquier momento cotidiano. Para Fromm, el amor tiene diferentes matices según se ame a un hijo, un amante, un amigo, una idea, a uno mismo o a Dios. Los significados del amor, son cambiantes dependiendo de qué amemos y cómo amemos. Pero también de nuestra propia evolución emocional y nuestra autoestima. El amor para un bebé es una necesidad, necesita ser atendido para sobrevivir. Y en este caso amar significa, proteger, cuidar, estar pendientes de él. Para un bebé, sentirse amado es sentirse seguro, cuidado, notar la presencia y compañía de los demás continuamente a su alrededor. No hay relación más dependiente y exigente que la que tenemos con un bebé. Tampoco existe relación más entregada y desigual en cuanto al dar y recibir que la de unos padres por su recién nacido. Los bebés en realidad solo piden y los padres solo dan. Esa es la...

Pasamos el día hablando con, y escuchando a otras personas, escribiéndoles y leyendo sus mensajes a través del teléfono, escribiéndoles y leyendo sus correos electrónicos. Y lo hacemos durante años. Cualquiera que practique una actividad con tanta frecuencia y con tanta insistencia durante años, acaba convirtiéndose en una experta en esa actividad: una consumada violinista, una deportista de élite, o una gran artista. Si la práctica nos convierte en expertos y expertas, ¿se puede decir que somos expertos y expertas en comunicación? La gran cantidad de malentendidos que se producen día a día, nuestras dificultades para expresar lo que pensamos o sentimos, y los mensajes contradictorios que recibimos en ocasiones, son una demostración de que no basta hablar, escuchar, escribir y leer mucho para convertirnos en buenos comunicadores y comunicadoras. En su libro If I understood you, would I have this look on my face?, el actor Alan Alda, conocido por interpretar a Hawkeye Pierce en la serie M*A*S*H, reflexiona sobre las claves de la comunicación. Y lo hace sobre la base de su experiencia como...

Más que nunca, hoy, queremos sentirnos seguros y ansiamos la tranquilidad que da sentirnos confiados ante nuestro futuro. Pero, ¿qué es realmente la sensación de seguridad? ¿Es una necesidad, es un deseo o es una utopía? A nivel psicológico, ¿qué es realmente sentirnos seguros? ¿Qué grado de seguridad podemos alcanzar y qué es una quimera? Tener seguridad no es saber qué va a ocurrir mañana, eso es adivinación. Recurrimos a adivinos y videntes porque nos desespera no saber qué nos espera. Nos angustia tanto lo que pueda pasar que nos conformamos con el sedante embustero de un rumor, un chisme o un bulo y lo preferimos a la ausencia de noticias veraces, que aumenta nuestro desasosiego. Sobre el futuro, la seguridad es la confianza de vernos capaces de afrontar lo que pueda pasar aunque aún no sepamos qué va a pasar. Porque nadie sabe qué va a pasar y la mejor manera de adivinar el futuro es construirlo. Nadie llegó a la seguridad controlándolo todo, así desgraciadamente llegó a la ira y a la desesperación. Tener seguridad...

Nuestra realidad se mueve por la acción de dos fuerzas muy diferentes, una de ellas sigue el orden de la lógica y el tiempo, la otra las reglas del inconsciente. El deseo nos mueve desde lo más profundo de nuestras entrañas, con el impulso de la biología y la selección natural. El deseo es irracional, urgente, imperativo. Aparece de una manera animal e instintiva cuando lo que está en juego es la supervivencia de la persona o de la especie. Se impone de forma tiránica y nos somete cuando nos enamoramos o tenemos algún tipo de dependencia. Se expresa en forma de atracción incontrolable, aversión irracional, impulsividad y exceso. El deseo nos lleva a dar nuestra vida por otros, terminar con la de otros o con la propia. Freud hablaba del Eros y el Thanatos como las fuerzas de la vida y de la muerte, la creación y la destrucción, el principio y el final de las cosas. Para los hindúes Brahma es la deidad de la creación y el responsable de cada nuevo ciclo y Shiva...

En un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista de psicología y neurociencia Current Opinion in Behavioral Sciences, Eran Eldar y sus colegas definen la felicidad como la creencia de que aumenta la frecuencia de eventos en nuestra vida que resultan mejor de lo que esperamos. Desde su punto de vista, por lo tanto, alguien que cree que son cada vez más frecuentes los eventos que resultan mejor de lo esperado es feliz. Por el contrario, alguien que cree que son cada vez menos frecuentes los eventos que resultan mejor de lo esperado es infeliz. Se trata de una definición curiosa, y quizás incluso rebuscada. ¿Es la felicidad realmente una creencia? ¿Por qué dar tanta importancia a los eventos que resultan mejor de lo esperado? La respuesta a estas preguntas, y la clave para entender la definición de felicidad que proponen, está en el campo de la neurociencia que se llama neurociencia computacional. La neurociencia computacional tiene como objetivo entender la manera en la que la interacción entre neuronas da lugar a nuestra manera de...

Decía Salvador Dalí que la mayor desgracia de la juventud actual era no pertenecer a ella. Pero los adultos difícilmente reconocerán esa frustración. Es más aceptable la idea del adolescente problemático, generador de conflictos en la familia y en el entorno que la idea más real y productiva del adolescente como proyecto de ser humano, aunque parezca que quien le da menos importancia a dicho proyecto es el propio adolescente. Pensar poco en su futuro es un rasgo de la adolescencia y un suplicio para los padres, que tienen más prisa, más miedo o más objetivos para sus hijos adolescentes que ellos mismos. A menudo los padres se desesperan con el ritmo de maduración de sus hijos adolescentes, con el deseo de que fuesen más rápidos, más conscientes y más ambiciosos en su camino en convertirse en adultos de éxito. Deberían los adolescentes llevar permanentemente un cartel de “en construcción”, para recordarnos que no son una obra terminada y sí un proyecto en ejecución. En la construcción de su personalidad, en la creación de su autoestima...

Para algunos autores estamos en la “era del narcisismo”. Según el sociólogo Christopher Lasch, durante el siglo XX, la postmodernidad, con el culto por el individuo y la búsqueda obsesiva por el éxito y el dinero, han favorecido un caldo de cultivo para que el narcisismo del siglo XXI crezca con fuerza. El narcisismo es en realidad un mecanismo de defensa para sobrevivir en el infierno de la baja autoestima, la falta de sentido y el sentimiento de vacío interior. Es un mecanismo defensa peligroso porque el narcisista es sobretodo infantil y no es consciente de las consecuencias de su conducta y sus decisiones, tampoco es empático, y le cuesta poner límites a su tendencia por lo desproporcionado, distorsionado y desmedido. Y cuando hace daño, puede causar mucho dolor. Autoestima y narcisismo son conceptos antagónicos. El narcisista se referencia en lo externo, lo superficial, la imagen que cultiva de sí, el aplauso y la dependencia patológica de su público, el espectáculo y las apariencias. Sus relaciones personales son utilitarias, se relaciona con los otros en tanto alimentan...