VÍCTIMAS Y CRÍTICOS

Existen dos tipos de personas, los que explican sus problemas culpando a los demás y los que se culpan a sí mismos cuando algo va mal.

Los primeros son expertos en mirar alrededor y buscar culpables con los que justificar el motivo de su frustración.

Cuando algo no les funciona en el trabajo enseguida pueden argumentarlo diciendo que han tenido la mala suerte de caer en la empresa inadecuada, la desgracia de tener un incompetente por jefe, de no contar con los medios suficientes, de tener un equipo que no funciona o de que sus compañeros no les pasan la información cuando toca o que se la pasan incompleta.

Y el mismo sistema se puede aplicar dentro de casa, si las cosas no van bien es siempre la pareja la que tendría que ser más ordenada, ocuparse más de los niños, estar más dispuesta a hablar y discutir menos o tener relaciones sexuales con más frecuencia.

Estos sujetos son expertos en identificar errores ajenos y tienen una sensibilidad exquisita para detectar la imperfección en los demás. Rápidamente toman nota de cómo el vecino ensucia el ascensor o pone la música excesivamente alta. Y cuando conducen señalan las faltas e infracciones de otros conductores y tienen muy claro que si los demás hicieran las cosas diferentes todo iría mejor y sería más fácil.

El resumen último es siempre el mismo: el culpable es el otro.

El otro grupo de personas, cuando aparece un problema, inmediatamente se sienten torpes y causantes de la desgracia que está ocurriendo. Sienten que hagan lo que hagan siempre habrán hecho algo mal y que al final será evidente que se han equivocado tomando tal decisión o poniendo en marcha determinado plan. Son expertos en culparse, equivocarse, victimizarse y sentirse la causa de los males del mundo.

Si en casa las cosas no van bien por su culpa. Hablan demasiado o demasiado poco, están muy o poco pendientes de los hijos, la pareja o la suegra, son excesivamente ordenados o tendrían que serlo mucho más, quieren tener demasiadas relaciones sexuales o parece que nunca tienen ganas.

Y en la vida fuera del hogar el patrón de conduzca se repite. Se sienten ineficientes en sus puestos de trabajo y sienten que no aportan valor. Hagan lo que hagan no terminan de acertar. Siempre tienen la impresión de que otros conductores encuentran antes aparcamiento y en general que la vida de los otros es mejor que la suya.

La regla por la que se rigen es siempre la misma: no valgo

Estos dos grupo de personas se buscan en el baile de la vida. Se atraen, se encuentran y mantienen juegos psicológicos en los que unos acusan y otros se sienten culpables, unos critican y otros se lamentan. Ambos grupos se necesitan para dar sentido su insatisfacción y malestar. Son caras diferentes de la misma moneda: ambos sufren en lugar de ser felices, se estancan en los problemas en lugar de construir soluciones, acusan o se culpan en vez de ver oportunidades y fluir con los cambios. Y de forma distinta ninguno de ellos se siente en realidad responsable de su propia vida, su autoestima y sus recursos personales.

En realidad de poco sirve juzgar, criticar o sentirse víctima culpable. Ser responsable de la propia vida es hacer todo lo posible para vivir de acuerdo con los propios valores, ser feliz y crear un mundo mejor.

Por lo tanto, deja de quejarte o criticar, deja de buscar culpables o de sentirte culpable. Asume la responsabilidad de tu propia felicidad, sé consciente de lo que tú puedes hacer para mejorar las cosas… y simplemente ponte en marcha.

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