
22 Mar Valores seguros para tiempos inciertos
Muchas personas sienten que sus vidas son más inciertas ahora con la pandemia del coronavirus que hace unos meses: ¿Nos vamos a contagiar? ¿Bastarán los medios sanitarios? ¿Perderemos el trabajo? ¿Podremos pagar el alquiler o la hipoteca? ¿Bastará la comida? ¿O el papel higiénico? ¿Cuánto durará esto? No nos engañemos, el nivel de incertidumbre es el mismo que ha sido siempre: enorme. Pero ahora nos damos más cuenta que nunca de lo inciertas que son nuestras vidas.
La mayoría de personas se sienten incómodas ante tanta incertidumbre recién descubierta. Es fácil de entender, porque la incertidumbre determina en gran medida el comportamiento de muchos animales, desde los ratones a las personas. Los ratones son reacios a las situaciones en las que la incertidumbre es elevada, como cuando de pronto se topan con un individuo desconocido, cuando cambia algo sustancial en el entorno, o como cuando las consecuencias de su comportamiento se vuelven imprevisibles. Es comprensible que, ante estas situaciones, los ratones pongan en marcha comportamientos dirigidos a reducir la incertidumbre a niveles más tolerables: ponen en alerta todos sus sistemas y sentidos, se acercan progresivamente al elemento nuevo, exploran su entorno, ensayan nuevos comportamientos y observan sus consecuencias, o hacen lo posible por volver a su situación conocida.
Está en nuestra naturaleza, como animales que somos, responder ante la incertidumbre como hacen los ratones: nos activamos, nos cuesta aceptar lo nuevo, exploramos, tanteamos, probamos cosas nuevas, o tratamos de volver a lo conocido, a lo que nos da seguridad. Pero a diferencia de los ratones, las personas tenemos la capacidad de reflexionar acerca de la incertidumbre y de cómo respondemos a ella. Podemos dejarnos llevar por el miedo, tratar por cualquier medio de recuperar una sensación de seguridad, por falsa que sea. O podemos afrontar la incertidumbre, aprovechando este momento para sacar a relucir lo mejor de nosotros, valores como:
Respeto: Seamos cordiales, amables, y cuidadosos con los demás. Tratémosles con consideración y cortesía. Toleremos las diferencias en los demás, en sus creencias y en sus opiniones. Se puede discrepar profundamente sin faltar al respeto.
Empatía: Pongámonos en el lugar de la otra persona. Tomemos un momento para identificarnos con ella y compartir su sentimiento. Pensemos en cómo sus acciones y emociones son diferentes a las nuestras y por qué. ¿Cómo nos sentiríamos y comportaríamos en su lugar?
Valor: Hagamos sentir a los demás que valoramos su presencia, su trabajo, su ayuda, su contribución. Destaquemos en ellos lo bueno, lo que nos gusta, lo que aprendemos de ellos. Demos las gracias más a menudo.
Honestidad: Las cartas sobre la mesa. Digamos las cosas como son. Si es con respeto por la otra persona, poniéndonos en su lugar, y valorándola, podemos decir cualquier cosa. Seamos honestos con los demás y con nosotros mismos.
Generosidad: Compartamos un poco más. Dediquemos a los demás algo más de tiempo, echemos una mano de vez en cuando, compartamos nuestro conocimiento o un consejo.
Comunidad: Hagamos saber a los demás que contamos con ellos, que estamos a su lado, que tienen nuestro apoyo. Hablemos un poco más con nuestros vecinos, aunque sea de ventana a ventana, o de balcón a balcón. Conozcamos un poco más a las personas que nos rodean.
Coraje: Tengamos el valor de ser nosotros mismos. Del miedo o de la vergüenza no ha salido jamás una buena idea o una buena acción. Da igual quien creamos que nos mira, da igual lo que creamos que piensen de nosotros. No hay regalo más precioso para uno mismo y para los demás, que ser auténticamente uno mismo.
Cuando volvamos a salir de nuestras casas muchas cosas habrán cambiado, y no volverán a ser como antes. De esto no hay duda, y poco podemos hacer. Lo que sí podemos hacer, entre todos, es que las cosas sean mejor que antes. Más que nunca necesitamos y nos merecemos demostrar respeto, empatía, valor, honestidad, generosidad y comunidad. Más que nunca necesitamos y nos merecemos el coraje de ser auténticamente nosotros mismos. De estos gestos ninguno es pequeño, y cuentan todos.
“Comportarnos según nuestra edad tiene tanto sentido como comportarnos según el número de nuestra casa”
Billy Connolly
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