
21 Sep DESEOS, CONTROL DE IMPULSOS, FRUSTRACIÓN Y AUTOESTIMA
Cuando algo te gusta mucho, te apetece un montón o lo vives casi como una necesidad, puede ser comerte un trozo de chocolate, comprarte algo o estar con una persona concreta. Si no consigues quitártelo de la cabeza y quieres vivir esa experiencia a toda costa, estás sintiendo un fuerte deseo.
Eduard Punset en “El alma está en el cerebro” afirma “el deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la autorrealización, la libertad”.
El deseo nace de las tripas, no del corazón ni por supuesto la cabeza, en todo caso se elabora y se transforma allí más tarde. Por eso va asociado a cierta tensión interna, ansiedad e inquietud, porque se alimenta de la falta, de algo que no tenemos en ese momento, incluso algo que tal vez perdimos hace tanto tiempo que lo hemos olvidado y solo nos queda el vacío que la pérdida dejó. Puede ser una relación, un sueño, o un sentimiento de la infancia. Satisfacerlo es como tratar de llenar un agujero sin fondo. El deseo es urgente y apremiante, busca ser saciado a poder ser rápidamente, o mejor aun, inmediatamente. Y nos impulsa a la acción con premura para lograr, al precio que sea, eso que deseamos.
Sería lógico pensar que nuestra felicidad se resuelve cuando logramos satisfacer nuestros deseos, sin embargo no es así. Curiosamente, no solo no nos lleva a la felicidad, sino que nos aleja de la serenidad. En el mejor de los casos detiene momentáneamente la tensión interna o mitiga durante unos instantes la ansiedad y la excitación. El tiempo justo para volver a devorarnos. Satisfacer el deseo es como vaciar el vaso que hemos ido llenando de tensión pero sin cerrar el grifo. Por eso nunca es suficiente, siempre pide más, nos tiraniza y nos somete de una manera obsesiva.
Todas las adicciones alimentan un deseo imposible de satisfacer. Por eso el bebedor necesita cada vez más alcohol, el heroinómano dosis mayores, el adicto al sexo relaciones compulsivas más frecuentes y degradantes o el jugador apuestas más arriesgadas.
Para los budistas el deseo es el origen del sufrimiento porque nos esclaviza y nos somete. Matthieu Ricard, el monje budista francés e investigador en genética celular, en su libro “En defensa de la felicidad” explica que “por natural que sea el deseo degenera rápidamente en “veneno mental”, cuando se convierte en sed imperativa, obsesión o apego incontrolable… Cuando estamos obsesionados por una cosa o un ser, la posesión o el disfrute de estos se vuelve para nosotros una necesidad absoluta, y la avidez es fuente de tormento”.
El deseo no solo es la puerta que abre el abismo, el exceso y la ruptura de límites. También es el motor de la vida, nos empuja y nos impulsa con una fuerza arrolladora a ir más allá, a no rendirnos y realizar sueños imposibles.
No lograr satisfacer el deseo produce frustración. Y la frustración también genera malestar, sobretodo en forma de rabia y tristeza. Por eso es tan importante encontrar la forma de aprender a gestionar impulsos y deseos, así como entender y entrenar la tolerancia a la frustración.
Descargar los impulsos es fácil, es la señal inequívoca de que las tripas han secuestrado la mente. Y en ese momento las emociones nos someten bajo el yugo de la adicción, el descontrol, el abandono y la decadencia.
Tus deseos son un coche con un motor potente, puede llevarte donde quieras o puedes matarte con él, por eso es necesario que aprendas a conducirlo. Controlar los impulsos y saber manejar adecuadamente las frustraciones, es sinónimo de madurez y autoestima. Ambas son lecciones que necesitamos interiorizar antes de la adolescencia para ser adultos, sentirnos dueños de nuestra vida y constructores de nuestra realidad. Cuanto antes aprendamos a utilizar los límites a nuestro favor, a aceptar con conciencia y tolerancia la frustración y a hacer de la disciplina un valor, mejor será nuestra vida y más recursos tendremos para de verdad ser nosotros mismos.
Patrick Orion
Posted at 06:33h, 03 noviembreMuy bueno…