EL TRABAJO IDEAL

¿Cuál es el trabajo ideal? ¿Aquel que consigue que seas feliz, que te realices en él y habitualmente te sientas con energía positiva para realizarlo? ¿Qué características posee? Te propongo 4 claves en las que has de fijarte para analizar si a lo que te dedicas profesionalmente se podría definir como el trabajo ideal. También para que si en un futuro decides cambiar de ocupación tengas una guía en la que apoyarte.

En primer lugar, el trabajo ha de otorgarte una independencia económica suficiente. Es la manera habitual que tenemos las personas de ganarnos la vida, de obtener un sueldo, un rendimiento económico a nuestro esfuerzo, un beneficio ante un emprendimiento o la recuperación exitosa de inversiones. Si una ocupación no te otorga dicha capacidad de automantenimiento económico no es un buen trabajo por mucho que te guste, disfrutes o ayudes a otras personas. La independencia económica es un factor fundamental de la calidad de tu labor profesional. En el otro extremo, la desmedida ambición por lo económico puede convertir un buen trabajo en una adicción al dinero, lo que te convertiría en un esclavo.

En segundo lugar, ha de gustarte lo que haces. El trabajo ideal está compuesto de rutinas, tareas y acciones que habitualmente disfrutas haciéndolas. Llegas a pasártelo bien y a sentir alegría trabajando. El disfrute no significa que no te tomes en serio lo que haces o que tu trabajo sea una fiesta continua. Puede haber momentos de tensión, problemáticos y con rutinas que se repiten a menudo. No se trata de infantilizar tu profesión. Se refiere más bien a la atracción que ejerce sobre ti tu ocupación. Cómo disfrutas cuando empiezas un nuevo proyecto, cuando llegas a una meta, cuando atiendes a tus clientes o cuando resuelves un problema complicado. Al amor que le pones a lo que haces. Hay emoción positiva ante retos y contagio con compañeros que sienten lo mismo.

En tercer lugar, ha de ayudarte a crecer como profesional y también como persona. Por el propio trabajo o por las circunstancias que le rodean, a lo que te dedicas profesionalmente te ayuda a crecer. Clientes que conoces, habilidades que desarrollas, viajes que realizas, proyectos que terminan o compañeros con los que te relacionas no son sólo obligaciones que entran en el sueldo si no también la palanca ideal para que crezcas. El trabajo ideal te ayuda a salir de tu espacio de seguridad, a apostar por ti y a afrontar situaciones difíciles de las que luego te muestras orgullosa cuando echas la vista atrás. Tu salón de trofeos profesional es el mejor ejemplo de lo que te digo, de los retos que superaste y de los cambios positivos que trajeron consigo dichos cambios.

Por último, el trabajo ideal incluye que otras personas se beneficien positivamente de él. Que con tu quehacer profesional aportes cosas a la sociedad a la que perteneces. Que tu ocupación sirva para hacer mejor el entorno en el que vives, aportar felicidad a otras personas y generar progreso a tu alrededor. Se trata de que tu trabajo sume, poco o mucho. Como dice el refrán, un grano no hace granero pero ayuda al compañero. Un trabajo bien remunerado, divertido y con el que creces profesionalmente pero que no supone una aportación final a tu entorno corre el riesgo de empobrecerte personal y espiritualmente al dejar de lado el hecho de que estamos interconectados y que lo que damos es lo que recogemos más adelante.

Si después de leer esto caes en la cuenta de que ya tienes el trabajo ideal, enhorabuena y sigue disfrutando de él. Si no lo tienes, no te desanimes, hay personas alrededor tuyo que se encontraban en la misma situación, lucharon por mejorar profesionalmente y lo consiguieron. Atrévete, tu felicidad es el premio.

FRASE: “El trabajo es vida”. Thomas Carlyle

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