
06 Sep El sesgo de confirmación
La aparición de las primeras computadoras digitales durante los años 50 del siglo pasado revolucionó el estudio del razonamiento humano. La clave de esta revolución radica en el símil que se estableció entre los procesos que usaban los ordenadores y los procesos implicados en el razonamiento humano. Se pensó que, si los ordenadores podrían realizar operaciones complejas, resolver problemas lógicos, aprender información nueva y adaptar sus estrategias, incluso ganar partidas de ajedrez contra expertos jugadores humanos, quizás la mente humana funcionaba de manera similar a como lo hacía un ordenador. Esta posibilidad caló hondo, tanto que hoy en día seguimos tratando a la mente humana como un tipo de ordenador, la concebimos como un sistema complejo de procesamiento de información, con una memoria a corto plazo, una memoria a largo plazo, etc.
Tan prometedora fue esa posibilidad que pasaron tres décadas antes de que se cuestionara seriamente el paralelismo entre los ordenadores y la mente humana. Se había pasado por alto que todo lo que hace que la mente humana sea tan apasionante es justamente aquello que nos distingue de los ordenadores, por lo menos de aquellos que se conocen hoy en día. A diferencia de los ordenadores, las personas tienen intereses, motivaciones, deseos, se apasionan, se ilusionan, se enamoran, echan de menos, luchan por conseguir aquello que realmente desean, desisten, se alegran, pierden el aliento. Incluso en el terreno del razonamiento lógico, el ser humano no funciona como un ordenador.
En general, las personas no razonamos siguiendo una serie de pasos bien estructurados, como un algoritmo de un ordenador. Utilizamos heurísticos: atajos mentales que nos permiten llegar a una solución suficientemente buena en poco tiempo y sin demasiado esfuerzo. Aunque no sea la solución más precisa, nos vale para funcionar en nuestro mundo. Imaginemos, por ejemplo, el caso de Alberto. A Alberto le encanta la ópera y visitar museos cuando va de vacaciones. De joven disfrutaba jugando al ajedrez con su familia y amigos. ¿Qué situación te parece más probable? Situación 1: Alberto es trompetista en una gran orquesta sinfónica. Situación 2: Alberto trabaja en el campo. La mayor parte de las personas creen que la situación más probable es la 1, que Alberto sea trompetista de una gran orquesta sinfónica. Sin embargo, lo más probable es que Alberto trabaje en el campo. La situación 2 es mucho más probable porque hay muchísimas más personas trabajando en el campo que tocando la trompeta en grandes orquestas sinfónicas. Pero así es como funcionan los heurísticos: son atajos. En este caso el atajo consiste en basarse en el parecido entre la descripción de Alberto y nuestra concepción de un músico. Pero el razonamiento que correspondía era uno basado en probabilidades, no parecidos.
A estos errores sistemáticos en el razonamiento se les llama sesgos. Uno de los sesgos más comunes, y que más interfiere sobre el razonamiento, es el sesgo de confirmación. El sesgo de confirmación consiste en la tendencia a usar nueva información solo para confirmar creencias que ya tenemos, evitando así ponerlas a prueba, mejorarlas o cambiarlas. Un ejemplo de sesgo de confirmación es el que está detrás de la creencia en la percepción extrasensorial. Las personas que creen en la percepción extrasensorial toman nota minuciosa de los casos en los que estaban, por ejemplo, “pensando en mamá, cuando de repente suena el teléfono y era ella”. Pero pasan por alto las ocasiones mucho más numerosas en las que estaban pensando sobre su madre, pero no llamó o no estaban pensando en mamá pero sí llamó. Tampoco se dan cuenta de que, si hablan con su madre cada semana, la frecuencia con la que piensan en su madre aumenta hacia el final de ese tiempo, aumentando también la probabilidad de la coincidencia.
El sesgo de confirmación lleva al estancamiento del crecimiento personal porque, al tratar las creencias y suposiciones existentes como algo inamovible, más que como algo para ser puesto a prueba, mejorado, y eventualmente abandonado como resultado de nueva evidencia, impide cualquier cambio. La situación se hace incluso más problemática porque las personas tienden a rodearse de otras que piensan como ellas que, por lo tanto, tenderán a estar de acuerdo y confirmar lo que ya piensan, en lugar de examinarlo y cuestionarlo. Hoy en día el uso de las redes sociales permite a las personas rodearse de miles de relaciones virtuales que piensan igual, reforzando mutuamente lo que ya se cree.
Es una de las maneras en las que se perpetúan los estereotipos. Tendemos a fijarnos cuando conocemos a alguien que confirma nuestra versión de un estereotipo, pero a pasar por alto las veces que conocemos a personas que no corresponden con nuestros estereotipos, aunque estas ocasiones sean mucho más frecuentes. Recordamos y repetimos más la información consistente con nuestros estereotipos que la inconsistente. De esta manera los mantenemos y propagamos, a pesar de la evidencia en contra.
El famoso detective Sherlock Holmes era muy consciente del precio que conlleva el sesgo de confirmación: Si bajamos la guardia y caemos en él, acabamos reiterando nuestras creencias iniciales, perdiendo la posibilidad de resolver los maravillosos misterios que nos ofrece la vida.
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«Prefiero las cuestiones que no pueden responderse que respuestas que no pueden cuestionarse»
Richard Feynman
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