
10 Jun CONTROL DE IMPULSOS
Los impulsos son esas respuestas emocionales inmediatas que nos hacen pasar a la acción de forma automática. Se disparan muy rápidamente y cuando vivimos una experiencia emocionalmente intensa, los sentimientos inundan y contaminan el pensamiento, empezando a caer por la pendiente de la subjetividad y el descontrol. Todo se tiñe emocionalmente, los afectos condicionan nuestra percepción de la realidad y respondemos conductualmente dependiendo del color emocional del momento.
Lo que llamamos emociones son las reacciones físicas a determinadas sustancias bioquímicas que produce nuestro propio organismo. A veces la fuerza emocional es tan fuerte que algunos autores hablan de secuestro emocional. Durante el tiempo que dura este secuestro, el cuerpo se pone en piloto automático, momentáneamente se anula la voluntad y la capacidad de análisis.
Estas vivencias emocionales guardan relación con una parte primitiva de nuestro cerebro que nos pone en modo supervivencia. Ante una situación de vida o muerte se activan respuestas automáticas de lucha o huida. Todo se reduce a eso. Y aunque en la actualidad, cultural y tecnológicamente, hemos llegado muy lejos y hemos avanzado a gran velocidad, biológica y evolutivamente seguimos siendo los mismos sapiens de siempre. Esa es la razón por la que damos respuestas desproporcionadas a situaciones sin mayor trascendencia. Porque el cerebro interpreta como una cuestión de vida o muerte perder un avión, un despido en el trabajo o una fuerte discusión en pareja.
Antes de que la bioquímica de los impulsos se dispare por nuestro torrente sanguíneo, estábamos en lo que se conoce como la zona de confort, donde todo es imaginariamente seguro, estable y predecible. Allí podemos analizar y razonar, somos capaces de entendernos con otras personas y nuestra voluntad funciona perfectamente. Pero cuando las circunstancias y los pensamientos nos empujan fuera de la zona de confort y nuestras alarmas se activan, por un susto mientras vamos conduciendo, un comentario de nuestro hijo adolescente que enciende nuestra rabia o una mala noticia que nos hunde en la tristeza, entonces la emoción se dispara.
En este punto la mayoría de las personas tratan de regresar a la zona de confort lo antes posible y mejor o peor son capaces de mantener el control. Pero hay otras personas, que sin ser conscientes buscan más intensidad y echan más gasolina a la hoguera de las emociones. Pueden perder muy fácilmente el control si pasan determinado punto, el punto de no retorno, a partir del cual la emoción se convierte en impulso, se produce el secuestro emocional, la persona deja de razonar con objetividad y se siente desbordada. Pasado el punto de no retorno no hay nada que hacer. Solo queda esperar que el cuerpo metabolice lo antes posible la bioquímica de la emoción.
Si eres una de estas personas que de repente pierdes el control y tienes subidones emocionales, generalmente de rabia, aunque también pueden ser de decepción o miedo, lo más práctico es retirarte de la escena. En cuanto adviertas las primeras señales, sal físicamente de la situación, date un paseo, refresca la cara en el baño, si es posible date una ducha, haz cualquier actividad física que te ayude a escapar. Concéntrate en la actividad de retirada, observa por donde caminas, el agua fresca en la cara o la temperatura de la ducha, esto te devolverá al momento presente. Y cambia tu pensamiento, haz afirmaciones que te ayuden, pensando en situaciones diferentes a las que acabas de vivir, recordando otros momentos en los que has superado la crisis. Cambiar los pensamientos es rápido, pero ten en cuenta que necesitarás algo de tiempo para que se modifiquen las emociones. Y cuando todo haya pasado, pide disculpas.
Si eres alguien que convive o trabaja con una persona con dificultad para gestionar sus emociones, cuando notes los primeros síntomas de descontrol o reacción desproporcionada, simplemente evita intervenir, deja que se descargue, no digas nada, no intentes tranquilizar a la persona, tampoco intentes que se explique, por supuesto no aceptes el desafío del descontrol. Tal vez sea conveniente que tú también te retires y le dejes un rato en soledad. Piensa que aunque quiera no puede controlarse. Cuando notes que se va agotando, trata de empatizar, puedes empezar a preguntar en ese momento, que ha pasado en un tono tranquilo, si notas que se vuelve a activar, deja de preguntar porque la crisis podría volver a activarse. Solo cuando haya vuelto a recuperar completamente el control y cierta tranquilidad, podréis hablar de lo sucedió y tratar de encontrar soluciones al conflicto, antes es simplemente imposible y la relación se deteriorará cada vez más. Aunque ellos no lo creen, muchas veces estas personas necesitan ayuda psicológica para aprender a conocerse mejor y gestionar sus crisis. Las crisis siempre existirán pero se puede entrenar su control. A veces es necesaria incluso la medicación. Con ayuda pueden mejorar mucho, ellos y su entorno familiar, porque todos sufren y la mayor parte de las veces no comprenden lo que sucede y no saben que hacer en esos momentos.
Frase: “Ninguna persona es libre si no es su propio amo” · Epicteto de Frigia
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RECOMENDACIÓN:

“Técnicas de autocontrol emocional” · Marta Davis & Mattheu McKay
Este libro, eminentemente práctico, está dirigido a todas las personas que, en nuestra sociedad, padecen ansiedad, fatiga, depresión, obsesiones, espasmos nerviosos, etc. En él se explica con todo detalle una amplia gama de técnicas que han demostrado ya su eficacia para afrontar con éxito este tipo de problemas. Su claridad de exposición y riqueza de contenido lo convierten en un excelente manual de gran utilidad para quienes se enfrentan a problemas relacionados con el estrés.
Roberto Marí
Posted at 22:17h, 11 junioMuchas gracias Miguel Àngel.- Hace ya varios meses que sigo el blog y sus post me han ayudado mucho.
LAmentablemente vivo hasta Yucatán en México y sería muy costoso asistir a sus seminarios.
Reciban un caluroso (estamos a casi 45 grados centigrados a la sombra) abrazo y gracias nuevamente.