AUTOCONTROL EMOCIONAL

Nuestro cerebro no es un ordenador que porta componentes nuevos, a la última, que rompe con diseños más antiguos y no porta elementos más antiguos. Nuestro mundo interior está construido por capas, no hubo revoluciones en nuestro desarrollo cerebral sino que hubo evoluciones. Sobre la capa de nuestros instintos, apareció la capa de nuestras emociones. Sobre la capa de nuestras emociones se desarrolló la capa de nuestros sentimientos. Las tres capas siguen ahí, en nuestro cerebro, activándose y actuando unas veces en armonía y otras en completo desorden y caos. En la armonía reside el autocontrol, en el caos reside el descontrol.

De la capa más antigua, la instintividad, a la capa más reciente, la racionalidad, pasando por la capa intermedia, la emocionalidad. De lo más antiguo, que responde más rápido pero su análisis es más tosco, a lo más novedoso, que es más lento en su respuesta pero que afina mucho más. De la velocidad de la luz de un instinto a lo pausado de un pensamiento. De la premiosidad de una emoción a la mesura de la razón. Cuando necesitamos una respuesta muy rápida, no hay nada mejor que responder desde lo inconsciente y reflejo. No podemos pararnos a pensar si aquello que vemos en el suelo es una serpiente o una rama, mejor nos alejamos rápidamente y luego ya analizaremos qué era. Con la emociones nos ocurre lo mismo, son capaces de analizar rápidamente situaciones que nos ocurren y condicionan nuestra respuesta sin tener que volver a repensarlo todo una y otra vez. Nos ayudan en nuestra adaptación porque nos ahorran esfuerzos. Si me daña, me enfado. Si me pone en peligro, me asusto. Si es bueno, me alegro. Si lo pierdo, me entristezco. En estas frases que parecen tan simples, hay siglos de evolución como especie y años de experiencia como persona. Quienes tienden a ser excesivamente racionales desaprovechan esta ventaja de las emociones. A veces la respuesta rápida es la más eficaz.

En la capa más evolucionada, en nuestro cerebro más racional, reside nuestra capacidad de reflexionar, planificar y tomar decisiones analíticas. Pero muchas veces el juego de la vida nos va a pedir que tomemos dichas decisiones con las emociones desatadas. Con el riesgo de sufrir un secuestro emocional, querríamos poder reflexionar, querríamos poder seguir un consejo de personas sabias, querríamos sentir menos para tener más prudencia y efectividad. Pero la vida se vive en tiempo real y no hay un botón de pausa. Eso es el autocontrol emocional en nuestro día a día, ser capaz de dar una respuesta pensada a una situación compleja y con la mochila de las emociones a nuestras espaldas.

Aliar sentimiento y razón. Los impulsivos se dejan secuestrar por sus emociones y se creen sinceros, naturales y transparentes en sus reacciones como si se traicionasen a sí mismos por no dejarse llevar por lo que sienten. Los hiperreflexivos se dejan secuestrar por sus pensamientos y se creen prudentes, inteligentes y sobrios como si aceptar las propias emociones fuese ponerse en peligro y dejarse llevar de forma alocada. A ambos hay que recordarles que el autocontrol emocional es un sentimiento que se piensa y un pensamiento que se siente.

El autocontrol emocional es un hábito que se perfecciona con la práctica. Con ejercicios como ponerle nombre a lo que sentimos, saber qué nos quiere decir esa emoción que en un principio se muestra extrema en lo negativo. Aprender a frenar la respuesta impulsiva y también aprender a dar una respuesta sin quedar atrapados en la duda y el miedo a equivocarse. Romper con pensamientos negativos que cronifican estados de ánimo negativos. Y aliarnos con personas positivas, que ya se dominan a sí mismas y son un gran ejemplo para aprender de ellas.

Frase: “Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento” · Miguel de Unamuno

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RECOMENDACIÓN:

“Focus” · Daniel Goleman

La práctica de la atención y de focalizar es como un músculo. Si no lo utilizamos se debilita; si lo ejercitamos, se desarrolla y fortalece. En este esperado libro, el autor nos muestra las posibilidades de cultivar dicha atención, tanto como forma de autocontrol, de mejorar la empatía con los demás o para comprender la complejidad del mundo que nos rodea. Las personas que logran un máximo rendimiento (ya sea en la educación, los negocios, el deporte o las artes) utilizan intuitivamente formas de focalización y de atención plena. El quid no está en practicar la concentración durante muchas horas, sino en la forma como prestamos atención a lo que hacemos y como absorbemos los feedbacks para autocorregirnos.

1 Comment
  • Laura Larios Nuñez
    Posted at 06:39h, 05 enero

    Excelente articulo
    Me ayuda a comprender.