AUTOCONTROL EMOCIONAL

La autorregulación es la segunda competencia de la inteligencia emocional. Significa la capacidad de controlar las propias emociones evitando que lo emocional se desborde y contamine otras áreas de la persona. Se trata de impedir que lo que estás pensando llegue filtrado por lo que estás sintiendo. De evitar que los afectos se mezclen con el razonamiento, para que no se produzca una distorsión en el análisis y la observación. Impedir que la atención sea secuestrada por las emociones y solo te fijes en determinadas cosas, produciéndose una pérdida inevitable de objetividad. Este tipo de cosas suceden cuando tienes miedo y cualquier bulto en la penumbra se convierte en una amenaza, o cuando sientes rabia y cualquier comentario te pone a la defensiva, o cuando estás muy alegre y todo te parece bien.

Cuando la interferencia emocional es muy fuerte, puedes perder el contacto con la realidad, percibir las cosas de una manera alterada y razonar sin coherencia.

El otro aspecto importante del autocontrol emocional es que te ayuda a regular la conducta. Las emociones funcionan como un freno o un acelerador de tu comportamiento. Por miedo puedes paralizarte o lanzarte a hacer cosas que el propio miedo te empuja a hacer y que no harías si no lo sintieras. La tristeza suele funcionar como un freno y un lastre, por eso las personas depresivas tienden a postergar, lentificar todo lo que hacen o simplemente dejar de hacer. Por el contrario, las personas que sienten rabia o alegría tienden a comportamientos impulsivos y desmesurados, donde la conducta se dispara.

Tener esto es cuenta es muy recomendable para no tomar decisiones en “caliente”, sobretodo en cuestiones importantes cómo comprar o vender un piso, empezar o terminar una relación o firmar o no un contrato. Es preferible dejar que las cosas “se enfríen” un poco, porque las verás, entenderás y sentirás distintas cuando la turbulencia emocional haya pasado.

Para tener un buen control emocional hay que tener un alto autoconocimiento personal. Muchas personas no pueden regular sus impulsos emocionales porque ni tan siquiera saben que emoción están sintiendo. Tratan de justificar su conducta, pero lo más que identifican en esos instantes es el malestar que sufren. Cuentan con muy poca conciencia de cómo les tiranizan sus emociones. A partir de determinado punto de no retorno, el cuerpo toma el control sobre la mente y lo pone en piloto automático. Entonces la persona se convierte en un autómata y actúa de forma semiconsciente, desproporcionada e imparable.

Además este tipo de descontrol suele ser de gran intensidad emocional. En unos segundos se produce una fuerte alteración bioquímica y neurológica. Y cuando esto se repite durante un tiempo puede convertirse en una adicción emocional, por lo que necesitarás tus correspondientes dosis de malestar con cierta regularidad.

La autorregulación emocional, como el autoconocimiento personal, se pueden entrenar y mejorar. Requieren paciencia, voluntad y disciplina. Es un trabajo donde la persona lo primero que tiene que admitir es su perdida de objetividad y capacidad para regular sus reacciones. Asumir que la solución no está en cambiar lo de fuera ni a los otros, sino que el cambio real comienza dentro modificando la manera de pensar y de sentir. Requiere esfuerzo y constancia pero sin duda los avances valen la pena, porque el autocontrol guarda una estrecha relación con la autoestima, quererte es en definitiva gestionar tus emociones para ser feliz con la vida que haces.

Frase: “Ninguna persona es libre si no es su propio amo” · Epicteto de Frigia

ESCÚCHALO AQUÍ:


RECOMENDACIÓN:

El último samurái”

Año 1876. El capitán Nathan Algren es un hombre que sobrevive atormentado por los recuerdos de la Guerra Civil (1861-1865) y de las campañas contra los indios, en las que participó arriesgando su vida. Desde entonces, el mundo ha cambiado radicalmente: el pragmatismo ha reemplazado al valor, el interés personal ha ocupado el lugar del sacrificio, y el sentido del honor ha desaparecido. En un país muy lejano, otro soldado ve también cómo su modo de vida está a punto de desintegrarse. Es Katsumoto, el último líder de un antiguo linaje de guerreros, los venerados samuráis, que dedicaron sus vidas a servir al emperador y a preservar el espíritu de la milenaria cultura japonesa.

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.