TRAUMAS EMOCIONALES

Las emociones juegan un papel potenciador en nuestro aprendizaje. Sin entrar en grandes detalles neurobiológicos, cuando ocurre algo que nos provoca una emoción, nuestro cerebro lo recuerda de forma más intensa, más vívida y durante más tiempo. El torrente de cambios neurofisiológicos que se producen al emocionarnos genera un recuerdo potente, una huella permanente que facilitará su registro y posterior evocación. En general, es un buen “truco” que la naturaleza nos ha otorgado para que tengamos una memoria más extensa, precisa y afinada. Así, recordaremos durante mucho tiempo aquellos sucesos que nos emocionaron de una u otra manera. Unos recuerdos se fijaron con amor, otros con enfado, con alegría o con miedo. Las emociones fueron el fruto de una atención más focalizada, de una concentración mayor hacia lo que estábamos viviendo. El triángulo atención-emoción-memoria formó el mejor cemento posible para construir el recuerdo.

No obstante, no todo son ventajas en el papel de lo emocional sobre nuestra memoria. Cuando sufrimos un accidente de tráfico, cuando nos atacan y sentimos que nuestra vida está en riesgo o cuando presenciamos una amenaza física hacia otra persona, el horror y la indefensión nos trastorna. Esa vivencia aterradora produce tal sobreactivación en nuestro sistema nervioso que nos provoca un trauma emocional y enfermamos. Aunque físicamente no tengamos ningún rasguño. Aunque estemos más protegidos y acompañados después. Aunque la amenaza al final quedase en un susto. Aunque la lógica y el sentido común nos diga que estadísticamente no nos volverá a ocurrir jamás. Nada de esto es importante. Ssi el suceso nos ha atropellado emocionalmente, la emoción provocada por lo que hemos vivido queda grabada a fuego en nosotros y su huella nos convierte en vulnerables e indefensos.

Cuando hemos estado expuestos al acontecimiento traumático, es muy probable que en el futuro lo revivamos de forma recurrente e invasiva. El recuerdo traumático aparecerá en forma de sueños, imágenes, sensaciones y asociaciones. Lo viviremos como un mal inquilino que no quiere largarse y que se comporta a su antojo en nuestra propia casa. Todo lo que nos recuerde a lo que ocurrió, por ilógico o poco conectado que parezca, se convertirá en un disparador de la memoria y nuestro sistema nervioso volverá a sobreactivarse y a sufrir. Decía Ovidio, que el que ha naufragado tiembla incluso ante las olas tranquilas. No es extraño, por tanto, que evitemos todo aquello que nos evoque el sufrimiento vivido y nos alejemos de amenazas más emocionales que reales. Es dicha sobreactivación continua y desbocada la que provoca cambios en nuestro carácter y en nuestra conducta. Con el trauma presente, nos hacemos más irritables, más apáticos y más pesimistas. Nos comportamos de forma hipervigilante y paranoide porque el recuerdo de lo que nos sucedió nos hace ver fantasmas y amenazas casi en cada momento. Abandonamos o aparcamos metas que antes del trauma eran importantes, como si entrásemos en un letargo psicológico del cuál no quisiésemos salir. Nos convertimos en zombis, muertos vivientes que pululamos por la vida.

El trauma emocional, la huella indeleble del miedo, no se supera con consejos bienintencionados, con prisas y con pasar página rápidamente. No se puede disimular debajo de ninguna alfombra. Se necesita ayuda profesional, paciencia y digerir poco a poco lo que nos pasó. Saber que lo que sentimos fue consecuencia de los efectos devastadores de un suceso que nos marcó emocionalmente y que no olvidaremos nunca. Pero no es lo mismo recuerdo negativo y trauma. El primero nos recuerda que nos pasó algo terrible, que sobrevivimos a ello y que extrajimos una lección enriquecedora. El segundo, el trauma, nos enfermó y nos paralizó en la enfermedad. El proceso de curación, a través de nuestra resiliencia, hará que nos sobrepongamos o que incluso salgamos fortalecidos del trauma. Los seres humanos tenemos una capacidad asombrosa para adaptarnos con entereza aún a situaciones de gran adversidad. Necesitaremos tiempo y la ayuda de manos expertas para reconstruirnos pieza a pieza.

FRASE: “Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender”. Madame Curie

ESCÚCHALO AQUÍ:

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.